Reflexiones antes y después de una consulta astrológica
Aunque en un principio parece fácil pensar que el cliente sale satisfecho y con las ideas claras de la consulta del astrólogo, con su carta natal bajo el brazo… en la práctica esto dista mucho de ser real.
En la mayoría de ocasiones los consultantes muestran perplejidad al oir al astrólogo referir episodios de su vida en los que apenas han indagado, o que directamente carecen para ellos de interés. Su rostro parece decir “ese al que te refieres no puedo ser yo”.
Es necesario un mínimo sentido de autocrítica —y una voluntad de cambio en positivo— para que la carta natal adquiera toda su eficacia y sirva de verdadera ayude a esa persona, siempre y cuando esté dispuesta a trabajar consigo mismo.
Por el contrario, en otros casos puedes encontrar a personas que acuden al astrólogo para que le ratifique si aparecerá el amor de su vida, si cambiará de trabajo o de ciudad (en muchos casos reflejando su necesidad de una “huida hacia adelante”) pero, evidentemente, no deseará conocer elementos ocultos de su carácter, por miedo o por comodidad.
En estos casos, se le puede hacer ver al consultante nuestra visión del asunto, sin forzar nada más. Su libertad debe estar por encima de nuestros deseos y hay que ser objetivo y aséptico en esta profesión. También hay personas que no desean afrontar ciertos aspectos íntimos, y enmascaran su impotencia ante esos vacíos proyectando en las personas de su entorno el defecto que tanto temen de sí mismos.
Evidentemente, este fenómeno psicológico forma parte de nuestro cotidiano, y quién más o quien menos lo sufre, incluido el astrólogo. Es la viva expresión de una sociedad inspirada en códigos y valores dudosos que, a la larga, nos conducen al dolor.
Tal como yo lo veo, la CARTA ASTRAL es un mapa donde la vida te va a proponer una serie de situaciones, y todas ellas —por insignificantes que parezcan— son merecedoras de tu atención.
“¡Nada es más difícil que aceptarse a uno mismo!”
(Max Frisch)